..arriba, en el desván abuhardillado, estaban los más hermosos tesoros. Un capote del siempre eterno Manzanares, fotografías en blanco y negro de cuando el pueblo era aldea, una estantería enorme de libros de la infancia. Entre ellos la colección completa de Los cinco. Era fantástico regresar de la playa con la sal en la piel y leer aquellas aventuras.
Y merendar y sonreír al verano y a la vida…
Más tarde, la niñez daría paso a una adolescencia en bucle y pasión, con la lectura siempre presente. No leer es vivir peor! Y leería miles de obras, algunas tan deliciosas que las devoraría una y otra vez. Le había gustado mucho Cinco horas con Mario… y lo pensaba así, mientras el sol se acostaba sobre la playa más allá de las diez de la noche, y observaba el armario…
Cinco! Y, sin embargo, el cinco nunca había sido un número importante en su trayectoria, excepto por esas lecturas…
Cinco eran! Cinco! El que había en aquella casa, una casa blanca que acariciaba el arenal con el amor con el que se acaricia al amor primero, se hallaba allí, sobre el armario, en un marco de plata. Plata y Luna, Luna y Lorca, Lorca y toreo! Era torero, o taurino, o torero y taurino, y combinaba el número y la letra, como el ser renacentista combinó la literatura y las armas. Era bello!
Únicamente había cinco.. uno permanecía en aquella casa.. Decían que llamaba a la suerte por su nombre y la besaba…
Decían que los otros cuatro andaban allá y acá: con un matador de toros, con un ser de palabra o de palabras… yo qué sé…
Eran cinco!
Dedicado a cinco objetos especiales y a cinco personas especiales..
Dedicado a los libros infantiles
A mi niña Iris, que adora los cuentos desde que era pequeñita: ahora tiene catorce meses
Al toreo
A Manzanares y a José María Manzanares
A Cuca
A mi Luis
A mi mago Ale..
A la producción lorquiana
A los lectores
Y a mi amiga Ana, amigas desde los seis años, pero de habernos conocido con cinco todo hubiera sido igual! Igual de bueno!