Ser alma y luz..

Cristina Padin
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Lo conocían porque era un torero. Un torero joven con una maleta en el corazón repleta de ilusiones. Ilusiones dulces como su sabor ideal, la vainilla; frescas como el aroma de la menta o de la hierbabuena; blancas como el color blanco de Moguer. Moguer: Huelva, el pueblo hecho en luz y pureza blanca, el pueblo del padre de Platero.

Platero se llamaba el burrito que tuvo aquel torero en la infancia. En la infancia de mi sobrino Hugo también hubo un burro, en este caso se llamaba Problemas. Problemas hay en cualquier rincón, lo que es importante es saber resolverlos y seguir viviendo la vida. La vida de aquel torero era una vida joven, llena de sueños…

Sueños toreros, sueños de faenas de seda o terciopelo agasajadas con ole y ovación. Y ovación y Puerta Grande. Los matadores sueñan la Puerta Grande con nitidez, con alma y con luz. La luz de la esperanza y la luz de la mirada se le apagaron a aquel joven torero. En la arena. Un toro, como pasara en Talavera, como pasó tantas veces… un toro

…se llevó la ilusión, y el latido vivo, de alguien que entregó tanto por un sueño que lo entregó todo!

Este cuento está dedicado a un torero que es imaginario, un torero que dejó la vida en el ruedo..
Descansen en paz todos esos matadores que lo entregaron todo por un anhelo..
También dedicado a las personas fieles y leales, que conocen la fidelidad y la lealtad y saben estar, siempre saben estar
A ti, Rocío
A las gentes que hablan bien
A Carlos: felicidades!
A Luis
A los toreros
A mi mago
A Hugo, a sus padres
Y a Andalucía

Cristina Padin
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