Orígenes y Raíces

Jordy R. Abraham Martínez
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Sobran motivos, por: Jordy R. Abraham Martinez.

México ha tenido la dicha
de conservar hasta la actualidad muchos de los rasgos culturales propios de los
pueblos indígenas. Precisamente este valioso privilegio es el que hace del país
un territorio tan diverso en el mejor de los sentidos. La extensión vasta del
suelo nacional da cabida a una convergencia significativa de comunidades
sumamente distintas entre sí, pero con una identidad poderosa que les brinda
riqueza a sus lugares de origen.

Cada estado de la
República se identifica con un determinado grupo indígena y esto se refleja en
su gastronomía, en sus costumbres e incluso en su léxico. Ahí tenemos a los
mayas en la Península de Yucatán y por otro lado a los tarahumaras de
Chihuahua, solo por mencionar dos ejemplos que son separados por una amplia distancia
y, no obstante, ambos forman parte trascendental del patrimonio inmaterial
mexicano que nos hace sentir tan orgullosos.

El mestizaje y la fusión
de dos mundos, se refleja hoy en día en las tradiciones en las cuales florece
el patriotismo. No se puede entender este país, sin sus comunidades indígenas,
por lo cual es indispensable trabajar con responsabilidad para procurar su
preservación. La dinámica intercultural debe ser provechosa y generar cohesión
social. En consecuencia, la segregación es inadmisible, puesto que únicamente
produce una brecha injusta que lesiona y merma la sana convivencia. Han sido ya
varias décadas en las que se ha pasado por alto el deber cívico que representa
el proteger a los pueblos indígenas por ser un pilar clave sobre el cual se ha
construido esta nación.

El primer paso para
lograr tal cometido sería revalorizar la importancia de la cultura
prehispánica. Es inaudito que exista discriminación hacia las personas indígenas
en un país cuya principal fortaleza es, justamente, la pluralidad. Resulta
lamentable observar que una gran parte de la población rural se halla en
situación de pobreza, ya que con frecuencia reciben pocas oportunidades, y en
el peor de los caos, se les da un trato discriminatorio.

La Constitución, en su
artículo segundo, estipula el debido respeto a la población indígena y va más
allá al reconocer los usos y costumbres de estos pueblos. Empero, sigue
habiendo un limitado acceso a la educación en múltiples zonas rurales, de igual
forma es preocupante la precaria disponibilidad de centros de impartición de
justicia. En estos dos supuestos, el problema radica en el poco aprecio hacia
las lenguas indígenas. Por consiguiente, son pocos los traductores empleados
por los órganos judiciales y son escasos los profesores que dominan estas
lenguas para ser capaces de impartir cátedra en las instituciones educativas.
Sería trágico que esta generación sea testigo de un debilitamiento del arraigo
indígena que debiera ser motivo de orgullo profundo. La solidaridad es una
asignatura pendiente en este rubro y debemos trabajar para sobreponernos a esta
coyuntura crítica.

Comprendamos que el
verdadero patriotismo consiste en defender aquellos elementos que integran la
esencia de nuestra nación. El respeto a los indígenas debe darse de modo
cotidiano, y desde luego, debe ser inculcado desde las aulas a través de la
educación. Valoremos la cultura de los pueblos autóctonos con todo lo que ello
implica. Todos somos ciudadanos de México de valor.


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